jueves, 2 de diciembre de 2010

Subí al desván y cogí un viejo cartel taurino que contenía una dedicatoria: "Para Clair, con todo mi cariño. Espero que nos volvamos a ver otra noche de luna llena". Movida por la curiosidad, pregunté a la señorita McArty sobre esto, y ella, con la sonrisa dibujada en el rostro, me dijo:

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-"Princesa, cuando yo era más joven recorrí España con unos amigos. Con la cámara de fotos en mano, fui conociendo gente de lo más interesante y una buena tarde, en Valencia, conocí a Bombita, un torero de la tierra. Entablamos cierta amistad y una noche, en su finca, con la luna iluminando el campo, me llevó al cerrado donde pastaban las vacas bravas. Allí, ni corto ni perezoso, saltó el vallado y comenzó a torear a una de ellas. El ruido de la noche, la vaca, él y yo, fuimos los únicos testigos de ese momento especial."
- "¿Y qué pasó con Bombita?", pregunté
- "Pues pasó que yo continué mi viaje y no volvimos a vernos hasta unos años después aunque nuestras vidas ya eran otras..."

Lo que en un principio se prometía como romance de radionovela, luego se quedó en una simple amistad, pensé para mis adentros. Y así, con este desengaño amoroso vivido en la piel de otro, me fui a mi casa pensando tan sólo en una cosa: mañana volvería a ver qué nueva aventura me deparaba El Baúl de la Princesa

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