Venida desde el frío Londres y con muchos kilómetros a mis espaldas, me he asentado en la cálida ciudad de Valencia. Cada mañana, me sumerjo en calles repletas de luz y naranjos que rezuman vida, y cuando la primavera comienza a despertar tímida y aún perezosa, un aroma de azahar envuelve como un traje de seda bordada cuidadosamente, mi ciudad:
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